Tres años después. Es una mañana de sábado, no recuerdo la fecha, soy un chaval de 13 años, no tengo nada que hacer, y se aburro como una ostra. Escucho a mi hermana tocando la guitarra en la terraza. Parece pasárselo bomba. Yo he seguido chapurreando la guitarra sin demasiado interés durante todo este tiempo, y le pido que me enseñe la canción que está tocando. Es "La Bamba". Tres acordes: La, Re, Mi. Me paso el resto de la mañana tocando esa canción, y me doy cuenta de que esto ya, no sólo no me aburre, sino que me divierte bastante. Con 13 años ya he descubierto algunos grupos y, en algún momento de la mañana o tal vez de las siguientes, no me acuerdo, me doy cuenta de que los acordes de la única canción que sé tocar, son los mismos que los de "Twist & Shout", la que más me flipa del disco de The Beatles (del único que tengo de ellos en ese momento). En ese instante algo explota en mi cabeza y el Universo se vuelve infinito, tal como pone en los libros de ciencias. También, ya desde ese momento, y tal vez como consecuencia, se me empiezan a difuminar las diferencias entre los géneros musicales, cosa que no hará sino acentuarse con el paso de los años. Me aficiono a tocar la guitarra a diario. Animado por mi hermana y mi madre me meto a una academia en la que tocamos canciones y vamos aprendiendo y practicando acordes. La profesora, en esta ocasión bastante dulce, me ve aventajadillo y me anima a volver al Conservatorio. En 1980, con 14 años, empiezo de nuevo desde cero con el solfeo y la guitarra clásica, al mismo tiempo que, ya por mi cuenta, aprendo canciones de mi grupos favoritos, y empiezo a inventarme (no diremos aún componer) pasajes, melodías, en fin, a jugar con la música. Durante los siguientes 4 años y medio continúo perdiéndome por los pasillos del viejo Conservatorio, pero esta vez sí entro en clase y, además obtengo grandes calificaciones, quién me ha visto y quién me ve. Sin embargo, para decepción de mi profesor, que me estaba preparando para un concierto, el curso 1984-85 no lo termino, en ese momento ya soy un joven rebeldillo sin causa, estoy en un grupo, y mi interés por la formación clásica vuelve a decaer. Abandono el Conservatorio y, aunque mucho tiempo después desearé retomarlo, los planes de estudio habrán cambiado y me dará una pereza tremenda cumplir todos los pasos que pedirán para retomarlo donde lo había dejado.