BIOGRAFÍA MUSICAL

El Conservatorio. Parte 1.

Carnet Conservatorio

"En 1975 mis padres nos metieron al conservatorio a mi hermana Belén y a mí. 10 años yo, 8 y medio ella. Guitarra clásica y solfeo. Ella, además, danza. Tal vez el primer año solamente fué solfeo, no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es que la profesora de solfeo era dura y me intimidaba bastante. Eso, unido a que me aburría mortálmente en sus clases, dió como resultado que yo acabé por hacer novillos casi todos los días, y conforme mi madre me dejaba en la puerta del conservatorio, yo subía las escaleras hasta la cantina del primer piso, deambulaba un rato por los pasillos laberínticos de aquel viejo edificio, y cuando me cansaba de explorar, salía de nuevo a la calle a sentarme en el banco que había frente a la puerta del conservatorio, a esperar a que mi madre volviera a recogernos. Finálmente todo esto se supo, y quedó claro que la música, ni me interesaba, ni era lo mío, así que al año siguiente no continué, aunque sí lo hizo mi hermana, algo que fué muy importante para mí tiempo después.


El Conservatorio. Parte 2.
"La Bamba" y "Twist & Shout".

Carnet Conservatorio

Tres años después. Es una mañana de sábado, no recuerdo la fecha, soy un chaval de 13 años, no tengo nada que hacer, y se aburro como una ostra. Escucho a mi hermana tocando la guitarra en la terraza. Parece pasárselo bomba. Yo he seguido chapurreando la guitarra sin demasiado interés durante todo este tiempo, y le pido que me enseñe la canción que está tocando. Es "La Bamba". Tres acordes: La, Re, Mi. Me paso el resto de la mañana tocando esa canción, y me doy cuenta de que esto ya, no sólo no me aburre, sino que me divierte bastante. Con 13 años ya he descubierto algunos grupos y, en algún momento de la mañana o tal vez de las siguientes, no me acuerdo, me doy cuenta de que los acordes de la única canción que sé tocar, son los mismos que los de "Twist & Shout", la que más me flipa del disco de The Beatles (del único que tengo de ellos en ese momento). En ese instante algo explota en mi cabeza y el Universo se vuelve infinito, tal como pone en los libros de ciencias. También, ya desde ese momento, y tal vez como consecuencia, se me empiezan a difuminar las diferencias entre los géneros musicales, cosa que no hará sino acentuarse con el paso de los años. Me aficiono a tocar la guitarra a diario. Animado por mi hermana y mi madre me meto a una academia en la que tocamos canciones y vamos aprendiendo y practicando acordes. La profesora, en esta ocasión bastante dulce, me ve aventajadillo y me anima a volver al Conservatorio. En 1980, con 14 años, empiezo de nuevo desde cero con el solfeo y la guitarra clásica, al mismo tiempo que, ya por mi cuenta, aprendo canciones de mi grupos favoritos, y empiezo a inventarme (no diremos aún componer) pasajes, melodías, en fin, a jugar con la música. Durante los siguientes 4 años y medio continúo perdiéndome por los pasillos del viejo Conservatorio, pero esta vez sí entro en clase y, además obtengo grandes calificaciones, quién me ha visto y quién me ve. Sin embargo, para decepción de mi profesor, que me estaba preparando para un concierto, el curso 1984-85 no lo termino, en ese momento ya soy un joven rebeldillo sin causa, estoy en un grupo, y mi interés por la formación clásica vuelve a decaer. Abandono el Conservatorio y, aunque mucho tiempo después desearé retomarlo, los planes de estudio habrán cambiado y me dará una pereza tremenda cumplir todos los pasos que pedirán para retomarlo donde lo había dejado.


El Explorador KE.

Mil novecientos ochenta y pocos. El edificio donde vivo con mi familia lo construyó mi abuelo materno. El bajo se usa de garaje, y también es donde yo tengo mi amplificador sin marca hecho a mano por un conocido profesional del sonido local que tiene su tienda-taller en el Barrio del Carmen. Estoy tocando y dan unos golpes en la persiana. Abro, y se asoma un rostro de mi misma edad, que no conozco. Se llama Pedro Luis Almela, toca el bajo y ya me había oído tocando la guitarra más de una vez al pasar. Al cabo de dos semanas queremos formar un grupo. Somos guitarra y bajo, nos falta un batería. Alguien me habla de un chaval que toca muy bien y que vive en la otra punta de la ciudad. Murcia es pequeña, y más entonces. Un sábado por la mañana (caigo ahora mismo en la cuenta de que las mañanas de los sábados han sido muy importantes en mi trayectoria musical) decido acercarme a la dirección que me han dado, toco al timbre y pregunto por Jose María (Nuño de La Rosa), al que, por supuesto, ni conozco, ni he visto en mi vida. Aparece Jose María, le cuento, le digo que queremos hacer un grupo y que nos han hablado muy bien de él. La idea no le parece mal y quedamos otro día para probar los tres. La cosa sale bien y empezamos a hablar, emocionados, de qué vamos a hacer. Las influencias y direcciones a abordar son, casi con toda seguridad, muy dispares, pero en ese momento a nosotros nos parece todo muy coherente. Se acaba de formar mi primer grupo.


Continuará....